Educador de Gats

CAT   ESP

Gatos y niños

Desde hace ya cientos de años, las familias crecen teniendo gatos en casa, y no creo que se haya escrito sobre algún caso en que haya habido alguna tragedia.

Para empezar, hay que saber, que por simple naturaleza, el gato no va a ser agresivo con nuestro bebé. Esta posibilidad queda reducida a un accidente muy desafortunado, como un susto en el peor momento, un ruido fuerte inesperado o alguna cosa rara de esas que pasan cada 200 años.

Un gato no tiene por qué tener ningún problema con nuestro bebé recién llegado. Serán unos pocos los que vayan a tener algún contratiempo. Lo que sí puede ocurrir son cambios de comportamiento, de actitud, que nos pueden llevar a situaciones incómodas o tensas.

Al no saber como actuar, podemos sin quererlo empeorar las cosas, llevándolas a extremos que se escapan a nuestro control, y dando por imposible la solución del caso.

Nuestras vidas y la del gato van a cambiar, nuestras rutinas, horarios, disponibilidad...El gato se va a dar cuenta de ello y eso puede afectarle negativamente. Es nuestra responsabilidad ayudarle y guiarle si alguna cosa empieza a fallar. No importa que tengamos más de un gato, los pasos y pautas son los mismos.

Unos buenos pasos a seguir son los siguientes:

1.- Al llegar a casa le presentamos el bebé.
Entramos en casa y llamamos al gato como lo hacemos siempre. Dejamos que se acerque y vea al bebé, que lo huela, que se dé cuenta de que no escondemos nada, de que no hay nada prohibido. Siempre bajo nuestra supervisión. Al principio, estaremos muy cerca del gato cuando se le acerque (no por miedo, por precaución). No le daremos motivos para sobresaltarse ni para creer que el bebé es algo a temer. Le indicaremos que es frágil y que hay que vigilar e ir con cuidado, nada más. No es necesario darle los pañales del bebé, ese olor no le sirve para nada, ni le va a ayudar en nada. Ahórratelo.

2.- Le hacemos más mimos que nunca al gato.
No le dejaremos pensar que pasa a un segundo plano, eso es vital de necesidad. Le haremos los mismos mimos de siempre y aún más. Bajo ningún concepto dejaremos que se sienta incómodo, que no quiera acercarse al bebé, que se vuelva asustadizo...Le explicaremos con nuestra actitud que sigue siendo nuestro rey y el más mimado de la casa. Eso le dará mucha paz para iniciar una nueva relación en su vida.

3.- Ampliamos radios de acción.
Al principio la relación entre ambos es poca. El niño duerme casi todo el día y el gato no puede hacer mucho más que mirar, oler, intuir...Según pasa el tiempo y el bebé es más autónomo (gatea y empieza a desplazarse y tocar cosas), daremos más libertad al gato para acercarse sin nuestra vigilancia corta. Que empiecen a verse y a estar cerca el uno del otro, como cualquier relación entre humanos y gatos. Es importante que se vean y tengan una relación cuanto antes, no hay que esperar a que el bebé sea ya un niño crecidito.

4.- Controlaremos al niño también.
Cuando un bebé ve a un gato, suele querer acercarse y tocarlo, pero aún no controla sus movimientos ni su fuerza, así que prestaremos mucha atención a cómo le toca y se dirige a él. Le puede tirar de la cola, o de las orejas, ¡o incluso morderle!, estaremos cerca también y educaremos a nuestro hijo en el arte de tocar gatos, mientras el animal se va dando cuenta de nuestro esfuerzo. Si el niño es muy bruto, incluso podríamos ver bufar a nuestro gato, aunque seguramente no iría más lejos. Eso puede confundir al gato y originar comportamientos de rechazo por su parte, tanto hacia el niño como hacia nosotros. No dejaremos que pase.

5.- La naturaleza es sabia.
De una forma natural todo se pone en su sitio, sin nada extraño o costoso en nuestra vida. Ni nos da miedo que el gato esté con el niño, ni tenemos motivos para pensar que puede pasar "algo"; vemos al niño disfrutar del gato y viceversa (aunque a veces puede que no, que no significa que la situación sea adversa, solo que hay una ignorancia mutua o parcial), ya no consumimos energía para vigilar en nuestra casa...Nos sentimos tranquilos y con todos los ocupantes de la casa contentos y en familia.


Puntualmente, pueden ocurrir cosas que nos asusten o que nos hagan dudar. Hay que tener en cuenta que la vida no siempre es un camino de rosas. Estas son algunas cosas que nos pueden pasar:
- El gato puede bufar al ver al bebé las primeras veces (no hay que asustarse ni reñirle, a medida que le vaya viendo se acostumbrará, sobre todo si no le aislamos).
- Vigilaremos, cuando el niño duerme, que el gato no se le ponga encima. Quizás le guste estar en la cama con él, pero puede lastimarle sin querer o asfixiarle al ponerse encima. Si le dejamos, siempre bajo nuestra supervisión.
- Puede que el gato tenga obsesión por estar cerca del bebé. Le dejaremos en la medida de lo posible sin temor, mientras intentamos que esté relajado junto a él.
- Si tenemos un gato joven y muy juguetón, puede arañar al niño sin querer al jugar. Hay que hacerse cargo de las situaciones y no hacer lecturas erróneas de lo sucedido, ni tomar decisiones drásticas sin meditación.
- Nuestros miedos y desinformación pueden ser muy negativos para adaptarnos todos a la nueva situación.

Total, no es tan complicado ni peligroso tener un bebé en casa junto a nuestro gato. Solo necesitamos un poco de información, confianza y muchas ganas de formar una familia feliz.