Educador de Gatos

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De las peleas a la armonía

Por Marta Requena

Por Navidad de 2006 acogí en casa a un gato de la calle. Había vivido en un tejado sufriendo la lluvia, el frio y el rechazo de los vecinos. Una vez en casa, me encontraba con un gato totalmente esquivo, siempre escondido, o bufando y arañando cuando me acercaba. Otros gatos me los había ganado con paciencia y la deliciosa latita, pere este atigrado de ojos verdes me quería bien lejos.

Yo sabía de la experiencia de Jordi y le pedí ayuda, aunque ya me había resignado a tener a un gato asustadizo y a cuidarlo siempre, ¡pese a las ganas que tenía de tocarle y abrazarle! Ya en la primera visita, ¡Jordi llegó a tocarle la cabecita! y en las siguientes sesiones, con absoluta sorpresa para mi, ya tenía a mi gatito ronroneando en mi regazo. Jordi nos rompió las barreras y a mi me mostró que aquellos signos de agresividad no eran más que “trucos de gatito”, que disfrazaba así su miedo y que en el fondo estaba deseando, tanto como yo, el contacto. Aquel gato, antes asustadizo, es mi Melic, cariñoso y parlanchín, que disfruta de los mimos, besos y abrazos, y que me sigue por casa.

Pero los momentos más angustiosos aun estaban por llegar, cuando adopté a un segundo gato, también recogido de la calle y muerto de miedo. Melic ya era el rey de la casa y reaccionó atacándolo. El pequeño Bungy se escondía y cualquier intento de moverse le suponía la persecución de Melic.

Por instinto, yo les separaba en diferentes habitaciones y reñía a Melic, cosa que no ayudó en absoluto. El ambiente en casa era muy tenso y no veía la solución. Una vez más Jordi nos abrió el cielo. Con sus visitas y pautas, Melic pudo alimentar su natural curiosidad felina y Bungy fue cogiendo confianza en si mismo y con el entorno.

Ahora son inseparables. Juegan, comen, duermen, hacen trastadas... todo siempre juntos. Verles divirtiéndose, relajados y felices es un tesoro, y siempre agradeceremos a Jordi la armonía que se respira en casa.